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Guía de nutrición hospitalaria (página 2)



Partes: 1, 2

Vitaminas liposolubles:

· Vitamina A – (retinol)

· Vitamina D –
(calciferol)

· Vitamina E –
(tocoferol)

· Vitamina K –
(antihemorrágica)

· Vitamina F – (ácidos grasos
esenciales)

Vitaminas hidrosolubles:

· Vitamina C – (ácido
ascórbico)

· Vitamina H – (biotina)

· Vitamina B 1 –
(tiamina)

· Vitamina B 2 –
(riboflavina)

· Vitamina B 3 –
(niacina)

· Vitamina B 5 – (ácido
pantoténico)

· Vitamina B 6 –
(piridoxina)

· Vitamina B 12 –
(cobalamina)

Falsas vitaminas o vitaminoides:

· Inositol

· Colina

· Acido Fólico

Consideraciones sobre las necesidades de
vitaminas:

· Recomendaciones
generales

A. VITAMINAS LIPOSOLUBLES

Son las que se disuelven en disolventes
orgánicos, grasas y aceites. Se almacenan en el
hígado y tejidos adiposos, por lo que es posible, tras un
aprovisionamiento suficiente, subsistir una época sin su
aporte.

Si se consumen en exceso (más de
diez veces las cantidades recomendadas) pueden resultar
tóxicas. Esto les puede ocurrir sobre todo a deportistas,
que aunque mantienen una dieta equilibrada recurren a suplementos
vitamínicos en dosis elevadas, con la idea de que
así pueden aumentar su rendimiento
físico.

Esto es totalmente falso, así
como la creencia de que los niños van a crecer más
cuantas más vitaminas les hagamos tomar.

Vitamina A – (retinol)

La vitamina A sólo está presente como tal
en los alimentos de origen animal, aunque en los vegetales se
encuentra como provitamina A, en forma de carotenos. Los
diferentes carotenos se transforman en vitamina A en el cuerpo
humano. Se almacena en el hígado en grandes cantidades y
también en el tejido graso de la piel (palmas de las manos
y pies principalmente), por lo que podemos subsistir largos
periodos sin su aporte. Se destruye muy fácilmente con la
luz, con la temperatura elevada y con los utensilios de cocina de
hierro o cobre.

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La función principal de la vitamina A es la
protección de la piel y su intervención en el
proceso de visión de la retina. También participa
en la elaboración de enzimas en el hígado y de
hormonas sexuales y suprarrenales. El déficit de vitamina
A produce ceguera nocturna, sequedad en los ojos (membrana
conjuntiva) y en la piel y afecciones diversas de las mucosas. En
cambio, el exceso de esta vitamina produce trastornos, como
alteraciones óseas, o incluso inflamaciones y hemorragias
en diversos tejidos.

El consumo de alimentos ricos en vitamina A es
recomendable en personas propensas a padecer infecciones
respiratorias (gripes, faringitis o bronquitis), problemas
oculares (fotofobia, sequedad o ceguera nocturna) o
con la piel seca y escamosa (acné incluido).

Vitamina D – (calciferol)

La vitamina D es fundamental para la absorción
del calcio y del fósforo. Se forma en la piel con la
acción de los rayos ultravioleta en cantidad suficiente
para cubrir las necesidades diarias. Si tomamos el sol de vez en
cuando, no tendremos necesidad de buscarla en la
dieta.

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En países no soleados o en bebés a los que
no se les expone nunca al sol, el déficit de vitamina D
puede producir descalcificación de los huesos
(osteoporosis), caries dentales graves o incluso
raquitismo.

Vitamina E – (tocoferol)

El papel de la vitamina E en el hombre no está
del todo definido, pero se ha observado que es indispensable en
la reproducción de algunos animales y previene el aborto
espontáneo. Gracias a su capacidad para captar el
oxígeno, actúa como antioxidante en las
células frente a los radicales libres presentes en nuestro
organismo. Al impedir la oxidación de las membranas
celulares, permite una buena nutrición y
regeneración de los tejidos. Debemos asegurarnos un aporte
suficiente de vitamina E si queremos mantenernos jóvenes y
saludables.

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El déficit de vitamina E puede ocasionar anemia,
destrucción de los glóbulos rojos de la sangre,
degeneración muscular y desordenes en la
reproducción. Un exceso de vitamina E puede dar lugar a
trastornos metabólicos, por lo que debemos limitarnos a
consumirla en los alimentos de la dieta (cereales integrales,
germinados, aceites vegetales, etc). Hay que tener en cuenta que
con la cocción de los alimentos se destruye gran parte de
esta vitamina. No se debe tomar a la vez que los suplementos de
hierro, puesto que ambos interactúan y se
destruyen.

Alimentos ricos en vitamina
E

Cantidad recomendada por día: 8-10
mg.

Aceite de girasol

55

Aceite de maíz

31

Germen de trigo

30

Avellanas

26

Almendras

25

Coco

17

Germen de maíz

16

Aceite de soja

14

Soja germinada

13

Aceite de oliva

12

Margarina

10

Cacahuetes y nueces

9

Cantidades expresadas en mg/100
gr.

Vitamina K – (antihemorrágica)

Se la llama antihemorrágica porque es fundamental
en los procesos de coagulación de la sangre. Se encuentra
en las hojas de los vegetales verdes y en el hígado de
bacalao, pero normalmente se sintetiza en las bacterias de la
flora intestinal. Es muy difícil que se produzcan
carencias en los adultos, pero puede darse el caso si nos
sometemos a un tratamiento con antibióticos durante un
período prolongado. En caso de déficit de vitamina
K pueden producirse hemorragias nasales, en el aparato digestivo
o el genito-urinario. Las necesidades del adulto medio son de
unos 80 µg al día para los varones, y unos
65 µg para las mujeres (RDA USA).

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Vitamina F – (ácidos grasos
esenciales)

No se trata de una verdadera vitamina, sino que se
utiliza este término para denominar a los ácidos
grasos insaturados que son imprescindibles para el organismo,
especialmente el ácido linoleico. Tienen en común
que el organismo no puede sintetizarlos y deben aportarse en la
dieta. No actúan como sustancias activas que reaccionan
con otros compuestos como el resto de las vitaminas, sino que
pasan a formar parte de las membranas celulares como elementos
estructurales. Tienen otras múltiples funciones,
entre las que destacan la de participar en el transporte de
oxígeno por la sangre, regular el índice de
coagulación sanguínea, dispersar el colesterol
depositado en las venas, inducir una actividad hormonal normal
(síntesis de prostaglandinas) y nutrir todas las
células de la piel.

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Se dividen en dos grupos o series: la serie omega 3 y la
omega 6. La primera está formada por los ácidos
linoleico, linolénico y araquidónico, presentes en
los aceites vegetales vírgenes (!ojo¡ se destruyen
con el calor), las semillas de girasol, los frutos secos y los
aguacates. También se incluye en esta serie el
ácido gamma-linolénico, presente en el aceite de
prímula (también llamada onagra) o de borraja. La
serie omega 6 la constituyen los ácidos
grasos eicosapentaónico y docosahexaenóico, que se
encuentran abundantemente en los pescados grasos.

Los adultos requieren unos 10 gr. al día o el
equivalente al 1 % de las calorías ingeridas. Los
niños deben consumir hasta un 3 % de la energía
aportada por la dieta en forma de ácidos grasos esenciales
(RDA USA 1995).

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